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24.4.24

El infierno de san Antelo


El podcast Los demonios del padre Antelo, recientemente difundido por El País, ha vuelto a recordar la historia de la Comunidad Jerusalén.

Una de las entradas de este blog ya refería a aquel episodio. Pero el gran interés despertado por el podcast sobre el tema y varias consultas recibidas, me decidieron a hacer públicos diversos materiales sobre aquel episodio.

En los días que siguen publicaré artículos y documentos -algunos ya divulgados en aquel 1996, otros inéditos- sobre Jerusalén y el sacerdote Adolfo Antelo.

Comienzo por un extenso fragmento del reportaje que publiqué en la revista Tres en su primera edición, el 27 de enero de 1996. Se titulaba El infierno de san Antelo y provocó tal revuelo que la justicia inició una investigación sobre las denuncias y Antelo terminó preso. 

El infierno de san Antelo. Comunidad Jerusalen
Tapa de la revista Tres.

 

 EL INFIERNO DE SAN ANTELO



“Yo nací en España, en una aldeíta allá por la montaña”. Así comenzó a contar su historia el sacerdote Adolfo Antelo, el 15 de abril de 1992, cuando en el canal 5 el periodista Ignacio Suárez le dedicó su programa Un día en la vida. Antelo narró que llegó al Uruguay a los 2 años junto con su familia y que su madre murió cuando tenía 9. Luego, se detuvo en lo que definió como “un gran acontecimiento en mi vida, quizás el más grande”. Era 1972, tenía 22 años y le diagnosticaron cáncer en un pie. Ante las cámaras de televisión, Antelo afirmó que un sacerdote le anunció que moriría en 40 días. “¿Por qué a mí? ¿Por qué no a esos tarados de Pocitos, que no sirven para nada?”, dijo que pensó entonces.
En el hospital escribió una carta a sus amigos, luego reproducida repetidamente en los folletos de la Comunidad Jerusalén, hoy Misioneras de Cristo Resucitado. “Me han dicho que voy a morir. ¡Pero no moriré! (...) No tengan miedo, porque Cristo resucitó y ya todo es posible en nosotros”.
No murió. Los médicos le amputaron el pie y sobrevivió. “¿Hubo un milagro?”, le preguntó Suárez en el programa de televisión. En la pantalla, el rostro del sacerdote se fundió detrás de paisajes paradisíacos y una música celestial invadió los hogares de los televidentes. Antelo dijo:
-No me gusta hablar de la palabra milagro porque hay gente que identifica milagro con cosa rara, superstición y lo que fuera. Creo que hubo un gran don, un gran regalo de Dios. Creo que esos son los verdaderos milagros.

***

Antelo fue ordenado sacerdote el 16 de agosto de 1975, pese a no haber terminado sus estudios religiosos. Quien lo ordenó, el obispo Andrés Rubio, afirmó entonces que con Antelo había sucedido algo divino. “Todos sentimos que se trata de una ordenación especial”, manifestó en la homilía y aseguró que en Antelo “el amor del Padre (...) se ha expresado en forma divinamente original, humanamente desconcertante”.
-¿Por qué dijo que aquella ordenación fue muy especial?- le pregunté a Rubio, quien me recibió sonriente pero precavido en una de las sedes de la Comunidad Jerusalén.
-Porque era un joven al que se le adelantaba la ordenación, en previsión de una posible muerte próxima. Y porque él había hecho, en el momento en que se vio frente a la muerte, una experiencia de Cristo fortísima.
-Usted también afirmó que Dios se manifestó en Antelo de una manera “divinamente original”.
-Porque fue a través del dolor, cuando le cortaron una pierna, con el peligro de que apareciera en cualquier momento una metástasis y se muriera. Para los creyentes, el camino del dolor es original pero efectivo, porque Cristo nos redime sufriendo y muriendo en la cruz.
Rubio estaba muy orgulloso de haber realizado aquella ordenación.
Antelo se mostró pronto como un cura que podía sortear las barreras generacionales. Su fama creció en el colegio Juan XXIII. Capaz de celebrar una misa incluso en la escollera del puerto, Antelo comenzó a nuclear a su alrededor a muchos jóvenes. También generó sus primeros detractores.
El 25 de enero de 1982, el sacerdote Carlos Techera, superior salesiano, le ordenó, según el propio Antelo ha relatado, “crear un centro de espiritualidad donde comunicara a todos los jóvenes la experiencia de Dios que Él me regaló en el hospital”.
Antelo cumplió el mandato. “Salimos al encuentro de los adolescentes y de los jóvenes donde están: a la salida del liceo, en la casa, en el barrio, en la parroquia, en los grupos”, explicó una de las integrantes de la Comunidad Jerusalén en un reciente video promocional del grupo.
Esas campañas proselitistas fueron un éxito.
“Yo tenía 18 años y me enganché buscando a Dios, un sentimiento que lo tiene cualquier ser humano”, dijo Leonardo Silveira, de 25 años, resumiendo el sentir de la mayoría de los que entraron a la comunidad.

***
Los jóvenes que comienzan a aproximarse a la comunidad -los “participantes”- y los matrimonios que toman parte en sus actividades de fin de semana conocen una Comunidad Jerusalén. Pero quienes dejan sus hogares, se consagran y pasan a vivir dentro de ella, conocen otra muy diferente.
“Antes de ser consagrada todo era muy distinto. Luego, cuanto más tiempo vivís en la comunidad, más te das cuenta de la realidad. Cuando sos un ‘participante’ no te das cuenta de nada”, explicó la ex integrante Ana Coutinho, de 26 años, cuatro de ellos vividos dentro de Jerusalén.
Coutinho cree haber sido presionada para consagrarse. “A través de la dirección espiritual te hacen creer que tu única salvación es entrar a Jerusalén. Después te hacen sentir que la manera de ser fiel a Dios es que te consagres. Y como vos querés ser fiel a Dios, tenés que entrar. No sé cómo, pero lo hacen”, relató, ya liberada, en la plaza de comidas del shopping de Punta Carretas.
Una vez en la comunidad los jóvenes recorren lo que Antelo llama “Proceso de Transformación en Cristo” y que supone “un proceso de diferenciación con la mentalidad que uno había tenido antes y con la del resto del mundo”, explicó Álvaro Vázquez, de 29 años, que vivió durante siete años en Jerusalén y hoy trabaja en la empresa médica de su padre.
Los nuevos integrantes son llevados con frecuencia a las residencias que la comunidad tiene en Buenos Aires o en la ciudad de San Leopoldo, en Río Grande del Sur. Los jóvenes cuyas familias aceptan de buen grado que vivan en la comunidad son alentados a no cortar los lazos familiares. Pero aquellos en cuyos hogares se atisba alguna resistencia son impulsados a separarse.
Vázquez recordó que “Antelo me hizo ir a decirles a mis padres que estaban en contra mío y que eran culpables de todo lo malo que me pasaba”.
Otro día el cura le dijo a Coutinho:
-    Anita, te hace mal ver a tus padres, porque te hacen dudar de tu vocación. No vayas más a tu casa.

 

***
 

En la comunidad la vida es rigurosa. El cronograma diario incluye rígidos horarios para rezar, estudiar, recibir la “dirección espiritual”, escuchar las charlas de Antelo, grabarlas, desgrabarlas y escribir un diario íntimo que el sacerdote y los directores espirituales pueden revisar en cualquier momento. “Dormíamos poco, era bastante agotador”, dijo Marisol Cedrés, de 28 años, otra ex integrante.
Las charlas toman muchas horas. “Antelo puede hablar seis horas sin parar, sin problema -explicó Álvaro Vázquez-; cuando terminaba todos quedábamos convencidos de lo que había dicho. Tiene un gran poder de convencimiento. Mientras lo oís hablar, es muy difícil ser crítico”.
Coutinho relató que “se tiene un régimen de reuniones permanentes, eternas. A veces se sigue un día entero. Antelo habla, habla, habla, habla, horas y horas”. Otro ex integrante, que prefirió no revelar su nombre, explicó que “si uno se pierde una charla, tiene que escucharla después en un walkman, porque todo se graba. Escuchar todo eso, habiendo dormido poco, va cambiando tu mente”.

Adolfo Antelo Comunidad Jerusalén

A ese régimen agotador se suma una alimentación irregular, a veces deficiente. En algunos hogares de la comunidad se come mejor que en otros, pero en todos ellos las comidas se saltean, ya sea para oír a Antelo o porque se ha descubierto que algún miembro está “endemoniado”.
“Se suponía que se comía todos los días, pero surgían estas crisis y olvidate”, contó Marisol Cedrés.
“La alimentación nunca fue balanceada”, agregó Vázquez. “Antelo decía que no había dinero para la comida, pero después uno se enteraba del dinero que la comunidad tenía en el banco y veía que no era así. El debilitamiento físico terminaba influyendo en tu personalidad”.
Los reglamentos son para todos, menos para Antelo que duerme, come y bebe en abundancia. “Se acuesta a las cinco de la mañana y se levanta a la una de la tarde”, recordó Vázquez. “Toma mucho, mucho vino”, dijo el ex integrante Leonardo Silveira. Coutinho lo vio con sus propios ojos: “Toma whisky, vino, cerveza. Lo vi tomarse dos litros de cerveza de corrido”.
Tales testimonios concuerdan con el que una ex integrante brindó a un grupo de laicos de la Iglesia que, a su vez, lo remitió al arzobispo José Gottardi y a otras autoridades religiosas. En esa declaración se dice que Antelo “en todas las comidas come carne y tiene comida especial porque es enfermo (...) También toma alcohol. A veces le dan de comer en la boca, pero no es lo común”.

***

El miedo comenzó en 1988. “Hasta entonces se había vivido un clima de cierto respeto -si bien muy anormal para lo que es cualquier comunidad de la Iglesia, porque era muy sectario- pero todavía podíamos vivir sin tanto miedo”, recordó Álvaro Vázquez.
Ese año Antelo comenzó a decir que un ex miembro de la comunidad -Mauricio Sampietro- estaba endemoniado y que varios integrantes de la Comunidad Jerusalén seguían sus pasos.
“A raíz de eso empezaron los golpes de Antelo, porque ésa era la forma de terminar con la influencia de Sampietro”, explicó Vázquez.
Para establecer cuáles miembros de la comunidad están creyendo la palabra demoníaca de Sampietro, se realizan extensos interrogatorios destinados a arrancar una confesión.
Cuando Antelo comienza a preguntar “todo el mundo tiembla, porque no sabés si lo que vas a decir le va a gustar o no. De repente, ‘descubre’ que estás ‘endemoniado’ y te cae ahí mismo”, explicó Coutinho.
La tesis a confirmar en los interrogatorios es que Sampietro violó a los miembros de la comunidad -hombres y mujeres- y que por esa vía les inculcó “la palabra del demonio”.
“No puedo creer la barbaridad que llegamos a creer: que Mauricio nos había violado a través de la mirada”, recordó Coutinho. “A mí Antelo me lo hizo creer luego de un interrogatorio de tres o cuatro o cinco horas. Fue tan largo que perdí la noción del tiempo”.
“Al principio decía que Sampietro te había dañado a través de la mirada: te había mirado de arriba abajo. Después era que te había mirado y su pene... pero no hablaba de violación física real... ¡era rarísimo!”, agregó.
Otro joven explicó que “la violación era con la mirada, primero Sampietro te miraba a los ojos, después bajaba la mirada y te hacía mirarle la pija... esa es la palabra que usa Antelo. Entonces con la mirada te hacía sentir que te penetraba y te reventaba... toda una historia. Las mujeres quedaban traumadas y entonces iban a buscar su protección. Ahora me da vergüenza habérmelo creído”.
El asunto obsesionaba a Antelo. En un retiro espiritual que se realizó en Buenos Aires en 1991 hizo que todos contaran cómo Sampietro los había violado. “Tenías que inventar, no había otra”, relató Coutinho.
Vázquez pasó por aquella experiencia antes de escapar de la comunidad: “De cualquier forma hacía que te ‘acordaras’ de la supuesta violación. Podían estar 14 horas interrogándote. Si Antelo salía, otros seguían. Terminábamos inventando cualquier cosa. Eso pasó una y mil veces. Todos sabíamos que inventábamos todo para liberarnos de esa situación”.

***

Cuando los interrogatorios no dan resultado, Antelo recurre a una técnica conocida en psicología como “ensueño dirigido”.
El psicólogo Daniel Corlazolli, de 44 años, ha atendido a cuatro ex integrantes de Jerusalén, algunos de los cuales aún continúan en tratamiento.
“El padre Montes le enseñó a Antelo técnicas de hipnosis y ensueño dirigido... dos armas peligrosísimas en manos de una persona que no sabe usarlas”, explicó Corlazolli. “Lo sabemos por los relatos de las víctimas, porque el ensueño dirigido es consciente. La persona yace tendida, se la van surgiendo fantasías, tiene que elevarse cada vez más a un punto luminoso y después se le van sugiriendo contenidos”.
“Exacto, esa era la técnica que utilizaba -señaló Marisol Cedrés-. En eso se basaban los famosos ‘encuentros con Cristo’. Él te dirigía hacia lo que quería. Es algo muy inteligente... te vas condicionando... tiene una fuerza que hace que vos sientas lo que él te dice, y a la vez te hace idolatrarlo”.
“Era una forma de hacer la dirección espiritual”, dijo Álvaro Vázquez que, al ascender en la comunidad y empezar a dirigir espiritualmente a los más jóvenes, también empleó esa técnica. “Me tocó hacerlo con algunos de los gurises, ahora veo que fue algo totalmente irresponsable”.
(…)
Corlazolli explicó que el ensueño dirigido se usó, por ejemplo, con aquellos que se negaban a aceptar que Sampietro los había violado. “Se le inducía la fantasía de que realmente de una manera mágica, no se sabe muy bien cómo, Sampietro los había poseído con un enorme falo”. El psicólogo dijo que según los casos que conoce los resultados de esta práctica fueron “muy peligrosos”.
El ex integrante de la comunidad Leonardo Silveira relató que jamás en su vida vio a Sampietro pero, ensueño dirigido mediante, acabó por reconocer el daño que aquel le había hecho.
(…)
Mauricio Sampietro tiene 35 años e integró la comunidad durante cinco, hasta 1989. Desde entonces vive en otra comunidad religiosa, en Colombia.
-¿Tú violaste a alguien?- le pregunté en una entrevista telefónica.
-Noooo, imagínate... de allí hasta acá (risas). Evidentemente que no, es ridículo, inverosímil. Es una calumnia, una de las más graves. Pueden preguntarle a cualquiera y cualquiera puede comprobarlo. Quizás haya algunos que no hablen por presión psicológica, por miedo y terror. Hay que comparar la situación que se vive en la comunidad con la tortura. Yo, por suerte, salí en el momento preciso.
Sampietro cree que Antelo “construyó de mí un antimito, porque así, enfrentándose a un antimito, reforzaba su propia imagen mítica”.
Uno de los entrevistados mostró una carta que el propio Antelo le envió años atrás. En ella le decía que Sampietro nunca podría volver a integrarse a la Iglesia uruguaya porque “aquí el ambiente está picado por nuestras calumnias”.

***

Lo peor comienza cuando los miembros de la comunidad, extenuados tras extensos interrogatorios o inducidos psicológicamente, confiesan haber sido violados por Mauricio Sampietro.
“Vi cómo le pegó a mucha gente. Pega cuando dice que la persona no quiere denunciar a Mauricio y al demonio. Porque cuando la persona se pierde en esos interrogatorios eternos, ya no sabe qué decir. Ahí empiezan los golpes”, dijo Coutinho.
“Claro que lo vi pegar y ponerse como loco. Todos lo vieron”, sostuvo Silveira.
Coutinho relató: “Pegaba golpes de puño, patadas y durante mucho rato. Vi dejar gente marcada, con la cara verde de los golpes. Él decía que el Espíritu Santo lo asistía, porque sus golpes no rompían los huesos ni hacían sangrar. Pero yo vi gente a la que le rompió un brazo. Pegaba golpes tremendos. Él mismo llegó a tener las manos quebradas y enyesadas por los golpes que daba” .
Otro entrevistado, un ex integrante del grupo que fue víctima de esas golpizas y hoy es empleado de un comercio, afirmó: “Tiene mucha fuerza, pega con las manos, con las rodillas, con palos o da codazos en la espalda. Una vez le partió la cabeza con un mortero a un muchacho. Cuando te caías te pegaba patadas en los riñones, patadas fortísimas con la pata de palo, con la que puede patear con toda la fuerza sin que le duela. Es el sadismo extremado. A mí me cagó a palos, varias veces me rompió la boca y otra vez me reventó la cabeza contra una pared”.
“No era un juego. Quedaban manchas de sangre en las paredes. Se quebró las manos pegando, y hay que pegar mucho para quebrarse uno mismo”, agregó.
La última noche de Álvaro Vázquez en la comunidad fue pesadillesca. “Vine desde Buenos Aires a un retiro en Montevideo y me encontré con el panorama de siempre: gente con los ojos negros, algún endemoniado de turno. Nos fuimos a otro retiro en Punta del Este. Ahí me tocó a mí. De noche todos comenzaron a interrogarme. Antelo empezó a pegar a las seis de la tarde. Pegó hasta las tres de la mañana. Paró porque se fue a dormir. Cuando terminó, varios estábamos muy golpeados, con las piernas lastimadas y más de uno con los dos ojos negros. Me hicieron dormir en el balcón, a la intemperie. Otras veces había sido peor”.

***
Pero hay otra manera de terminar con la influencia del demonio y de sanar las heridas provocadas por las violaciones de los “endemoniados”.
“Con la excusa de sanar el daño que Sampietro les había hecho, Antelo toca descaradamente a las mujeres. Les toca los senos, la vagina, les mete la mano. A los hombres nos chocaba horriblemente, pero viniendo de él que era tan puro, parecía que estaba más allá de eso. Estábamos ciegos”, dijo un ex miembro.
Álvaro Vázquez explicó que según Antelo “el demonio que tienen las mujeres de la comunidad es muy extraño. Ellas manifiestan cierta aversión hacia su cuerpo y hacia su condición de mujeres. Y entonces... el Manosanta lo cura todo”.
Ana Coutinho tuvo que pasar por aquello. “Hay abrazos, manoseos y besos en la boca. Toca los senos de las mujeres, sin ningún problema. La cola también. Es lo que yo vi y viví. Me lo hizo a mí”.
“En momentos de liberación deja a las mujeres en bombacha y soutien. A mí me dijo que me sacara la ropa, pero no lo hice. Otras chicas lo hicieron porque insistió e insistió. Decía que vos sentías tu cuerpo como malo, porque fuiste violada. Tenías que desvestirte para ver que no era así. A veces –agregó- le pedía a alguna chica que se tocara los senos, para que viera que no eran malos”.
El testimonio recogido y hecho llegar a las autoridades eclesiásticas por el citado grupo de laicos interesados en aclarar la situación de Jerusalén coincide con los de Coutinho y Vázquez: “Mientras el padre Antelo está reunido con algún grupo, en la comunidad, está permanentemente manoseando a una mujer, le mete las manos por debajo de la pollera, le acaricia los senos, es para ayudarla a que el demonio la deje tranquila”.
Ana Coutinho y otros entrevistados dijeron que las mujeres son clasificadas por Antelo de acuerdo al tamaño de sus senos: “Vos los tenés de ping-pong”, “los tuyos son de tenis”, “los tuyos son de básquetbol”.
Los hombres también son tocados. “Te tocaba el traste, o te metía la mano adentro del pantalón, pero los varones siempre saltábamos para atrás”, dijo uno de los afectados.
Para las chicas que pasaron por esa experiencia, no es fácil asumirla. Decenas de ex integrantes de la Comunidad Jerusalén declinaron dar su testimonio. “Lo que me pasó se lo conté sólo a mi psicólogo y a mi confesor. Si hablo contigo voy a ponerme a llorar”, me dijo una ex integrante de Jerusalén que se excusó por no estar en condiciones de compartir sus vivencias dentro del grupo.
Ana Coutinho, en cambio, se atrevió a relatar lo que le hizo Antelo. “Cuando una termina convenciéndose de que realmente fue violada, se siente lo peor del mundo. Entonces ahí él te abraza y te empieza a tocar, como supuesta forma de cariño”, relató. “Hoy veo que me degradó, que me hirió y me da mucha bronca. Pero ahí dentro, la atmósfera de miedo y de tensión es tan grande que, aunque sea difícil de comprender, eso era gratificante. Era estar bien con Dios. Era como si Antelo fuera asexuado, un ángel, un santo. Es increíble. A mí eso me hizo mucho mal. Cuando salí no podía recibir cariño, me sonaba a otra cosa". 

(...)

Continúa.


Fragmento del reportaje El infierno de san Antelo. Publicado originalmente en la revista Tres, el 27 de enero de 1996. La versión completa se encuentra en el libro Un mundo sin Gloria.


3.1.17

Adiós a una joven valiente

Los meses previos a la salida al mercado de la revista Tres, entre 1995 y 1996, fueron increíbles: a una cantidad de periodistas se nos pagó el sueldo durante varios meses sin que la revista se publicara todavía. La idea es que empleáramos ese lapso para crear fuentes, investigar, preparar notas.
Yo dediqué ese tiempo a investigar a la Comunidad Jerusalén, un grupo de la Iglesia católica que orientaba el sacerdote salesiano Adolfo Antelo, un cura carismático, muy popular por oficiar misa por televisión, a través de Canal 4.
Por una casualidad, a comienzos de 1993 me había tocado cubrir ese tema en el semanario Búsqueda, a pesar de que yo era el cronista sindical y pasaba mis semanas confinado en la sede del PIT-CNT, que entonces estaba en la avenida 18 de Julio, y en el bar de enfrente, el Molto Bene, donde siempre había un dirigente sindical con quien hablar.
En 1993, después de años de recibir denuncias y no darles curso, la Iglesia por fin había decidido investigar lo que ocurría dentro de la Comunidad Jerusalén. Eso motivó el interés de Búsqueda y, como el periodista que se ocupaba de temas eclesiásticos estaba de licencia, me tocó a mí escribir sobre el asunto.
Hice un par de notas sobre el tema. Conté que la investigación abierta se centraba en denuncias de "malos tratos" que algunos ex integrantes de la Comunidad Jerusalén habían realizado. En el segundo artículo, se incluyeron testimonios de varios jóvenes que habían estado en el grupo y habían sufrido los famosos "malos tratos" de Antelo. Quedaba claro que el cura los golpeaba.
Dos años después yo ya no trabajaba en Búsqueda y estaba en el plantel que preparaba Tres.
Cuando llegaron esos meses soñados por todo periodista en los que podía cobrar un sueldo sin las urgencias de publicar todos los días o todas las semanas, le propuse a los directores de la revista, que eran Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit, mi intención de investigar a la Comunidad Jerusalén, porque estaba seguro que aun quedaba mucho que contar.
Sucesivas entrevistas con ex integrantes me sumergieron en un mundo de terror alucinante creado por Antelo dentro de la propia Iglesia y ocultado durante años: las golpizas que sufrían los integrantes del grupo eran tremendas. Antelo les pegaba piñazos y golpes brutales con una pata de palo que llevaba como consecuencia de una amputación y que -parece cómico pero no lo es- oportunamente se quitaba para reventar a sus discípulos. Muchos habían sido fracturados. Las paredes de los locales de la comunidad tenían manchas de sangre. (La reciente publicación del libro El reino del padre Antelo, de Marcelo Di Lorenzo, otro ex integrante de la comunidad, me permitió conocer un nuevo detalle en aquel mundo de horror: Antelo también practicaba el "submarino" con sus víctimas, lo mismo que los torturadores de la dictadura).
Volvamos a 1995. A medida que seguía entrevistando gente y a profundizar en mis preguntas, comenzó a aparecer un asunto nuevo: Antelo también abusaba sexualmente de las mujeres de su comunidad.
Un día se lo conté a Bluth. Me preguntó si alguna de las jóvenes abusadas me había dado su testimonio. Le dije que no, que por el momento lo que tenía era el relato de algunos hombres que habían presenciado manoseos en los genitales y habían visto a Antelo pasar la noche en su dormitorio acompañado de algunas de sus "princesas".
Bluth me respondió tajante, palabras más, palabras menos:
-Si no conseguís una mujer que diga, con nombre y apellido, que Antelo abusó de ella, no vamos a publicar nada de abusos sexuales. El tema es muy grave como para basarnos en fuentes anónimas o testimonios de terceras personas.
A partir de ese momento, mi investigación entró en una fase desesperada. La revista ya tenía fecha de salida para fin de mes y no quedaba mucho tiempo para seguir investigando.
Yo tenía una larga lista de mujeres que habían dejado el grupo y sabía con certeza que varias de ellas habían sido abusadas por Antelo.
Las fui llamando una por una. Ninguna quería hablar. Además de las amenazas de condenarse al infierno eterno que Antelo y sus cómplices lanzaban a todos los disidentes, en este caso se sumaba la vergüenza de tener que contar en público una experiencia traumática y humillante: "Esto no lo puedo hablar con nadie". "No se lo conté ni a mis padres". Algunas me decían que necesitaban pensarlo bien y me pedían que las llamara otra vez en tres o cuatro días. Cuando volvía a telefonearles, me decían que lo habían meditado mucho y que, a pesar de que querían hacerlo o sabían que eso era lo correcto, preferían no hablar.
Ana Coutinho. Comunidad Jerusalén. Revista Tres. AnteloYo iba tachando uno a uno los nombres de mi lista. Tenía tantas jóvenes tachadas que parecía que nunca podría contar las cosas terribles que habían pasado en Comunidad Jerusalén. Comencé a deprimirme.
Un día llamé a una tal Ana Coutinho, otro de los nombres de mi lista. Lo mismo que otras, también me pidió unos días para pensarlo. La volví a llamar por teléfono unos días después, con pocas expectativas.
Me dijo:
-Lo estuve pensando mucho y no es fácil para mí, pero voy a dar mi testimonio...
Quería que a nadie más le pasara lo mismo. Pensaba en las chicas que seguían dentro de la Comunidad.
Por un momento quedé en shock. Cuando reaccioné, nos citamos en la plaza de comidas de un shopping, donde ella dio su testimonio en primera persona, con nombre y apellido.
Recuerdo bien el momento. Ana hablaba sin la excitación que suelen tener los que buscan contar algo en la prensa por ansias de figurar, de ganarse sus 15 minutos de fama. Tampoco estaba apesadumbrada. Contó todo con sobriedad y seriedad, sin aspavientos y sin rehuir preguntas, consciente de los efectos que tendría su declaración. Aceptó pasar unos días después por la redacción de la revista para que se le tomara una foto.
La nota, que se publicó en el primer número de Tres, incluida años después en el libro Un mundo sin Gloriaprovocó un gran impacto. A pesar de que Antelo nunca perdió el apoyo del Vaticano (ni de un variopinto conjunto de influyentes uruguayos que fue desde Canal 4 al semanario tupamaro Mate Amargo), los testimonios en su contra eran categóricos. Fue procesado con prisión y murió en régimen de prisión domiciliaria en un hogar selesiano.
El gesto valiente de Ana Coutinho fue clave para el justo desenlace de esta historia. Me han dicho en la Iglesia que todas aquellas que fueron las "princesas" de aquel hombre enfermo hoy están recuperadas.
Que yo sepa, luego de haber dado aquel testimonio, Ana no volvió a ser noticia. Se dedicó a rehacer su vida y formó una familia. Salvo un par de encuentros casuales, pasaron los años y no supe más de ella.
En diciembre, recibí la llamada de un ex integrante de la Comunidad Jerusalén. Me contó que Ana Coutinho acababa de fallecer, víctima de una enfermedad que se la había llevado en forma muy prematura.
No puedo decir mucho sobre ella. Apenas la conocí. Solo hablé con Ana largo y tendido una única vez, en la plaza de comidas de un shopping. Pero sí puedo decir una cosa: cuando la vida la puso en una encrucijada, por sobre un coro de admoniciones y amenazas, Ana Coutinho tuvo mucho coraje. En medio de una tempestad donde muchos flaquearon, ella desechó la salida fácil y prefirió lo que era mucho más complicado: hacer lo correcto.
Es una medalla que pocos pueden colgarse.

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